domingo, 28 de junio de 2009

ALERGIA A LA PE

ALERGIA A LA PE

Pretendo ofrecer mi parecer en el espacio que me permiten estas pocas palabras – apenas media página- para exponer -cual pequeña ponencia- mi hipótesis sobre la primitiva y visceral antipatía que padezco hacia la p.

Parece que desde mi más primitivo puerperio me espantaba su explosiva pronunciación, y cuando mi padre pegaba su peluda protuberancia labial a mi pabellón auditivo, pretendiendo que pronunciara la onomatopeya propia de su apodo paternal: aquello de pa-pa-pa-pa-pa..., su potente resoplido, al percutir sobre mis pestañas, me producía una desapacible sensación que provocaba un impetuoso e intespectivo parpadeo en mi persona.

Como pasional podría precisar la pulsión patológica que pugna en mi particular interior -muy a mi pesar- cuando es pronunciada en mi presencia.

Pensé luego que, poco a poco y con paciencia, podría ir perdiendo el pánico a la explosión producida por su onomatopeya y me fui preparándome para practicar su prístino sonido, pero no me fue posible y opté por pasar página, procurando apartarme parsimoniosamente de su poderosa grafía.

Hoy, pese a que no me hace pajolera gracia, me he propuesto pelear parsimoniosamente conmigo propio para emplearla. La puse entre las pulcras manos de este papel pautado y, como patata preñada, fui haciendo patrullar el elíptico perfil de su panza por los cuatro picos de este paralelelepípedo tipo A-4, que me aplicaré como tratamiento en el proceso de recuperación que preciso para que, paulatinamente, pueda dejar de padecer en su presencia e incluso me permita optar por pronunciar su patronímico apasionadamente.

Posiblemente esta potente dosis de “pes” sea lo más apropiado para único que pueda curarme de este probo padecimiento que tanto me preocupa.

Agustín Pérez González

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